jueves, 28 de noviembre de 2013

Rue de la Putterie, Bruxelles

No es que me guste en demasía utilizar el término "puto" o "puta", pero debo admitir que, en ciertas ocasiones, no hay vocablo que mejor describa nuestra emoción al calificar un sustantivo. Sí, ya sé que podría haber utilizado "maldito" en su lugar, pero "puto" contiene una descarga de agresividad que alivia más.

Los putos tejanos. Putos porque llevan días, semanas, meses acumulándose en un armario, a la espera de que yo reúna el coraje necesario para hacer algo con ellos, y cada vez que abro dicho armario, los tejanos me miran de reojo, como con desprecio, reprochándome mi falta de agallas en lo que a costura se refiere. Y con resentimiento, supongo, porque deben estar hastiados de estar encerrados en esa bolsa, día y noche, teniendo como una única novedad y falsa esperanza el momento en que la abro para añadir un par más, otro par de benditos tejanos que ya no pueden cumplir con su deber, que ya no pueden rendir el servicio que con tanto honor y abnegación rindieron durante semanas, meses, años. Y es que tener alma recicladora no significa que tengas temperamento creativo. Yo la creatividad, aparentemente, me la guardo en el cerebro. O eso, o la conexión con mis manos está averiada. O es falta de voluntad...o ¿miedo al fracaso?

Los benditos tejanos. ¿Qué sería de mí sin mis tejanos? ¿Qué sería de mi familia sin tejanos? Seríamos una panda de infelices, buscando en el armario con desesperación algo cómodo pero aceptable para llevar, que combinara con cualquier cosa y que no ofendiera el gusto o las exigencias de nadie. Esa desagradable sensación de tener que complacer a los demás a través del atuendo desaparece por arte de magia en cuanto te calzas tus tejanos. Los tendrás de varios modelos y colores, más ceñidos o más anchos, pero todos son tejanos. ¡Benditos tejanos, cuánta paz nos dan! Pero, pensándolo mejor, ¿no serán un escudo? ¿No serán una armadura? A mí déjame en paz, que llevo tejanos. Yo, mientras esté aquí dentro de mis tejanos, fuera, que pase lo que quiera.




La Rue de la Putterie, aquí en Bruselas, tiene una curvatura muy aparente, que hace que los autobuses lleguen a ella con una suerte de entrada triunfal. Y triunfal es el recibimiento que le dan los pasajeros, que cuando no se sienten atacados por el frío o la lluvia, luchan encarnizadamente por no inhalar la pestilencia de los orines de los alcohólicos que rondan la Gare Central en verano. Qué duro es ser pasajero del transporte público en el centro de Bruselas, pero más duro es ser alcohólico y tener que pasar la vida ingiriendo y evacuando vastas cantidades de alcohol, en un círculo sin fin que te obliga a perder a tu familia y a tus amigos, incluso a la sociedad en general. Y eso que llevas tejanos...

1 comentario:

  1. Parece que los tejanos te ponen a salvo de todo o, mejor dicho, de casi todo. Un escudo. Un atuendo que siempre está bien. No tienes que pensar, todo combina con el tejano. O tejanos o de negro. No fallas.

    Marisa, después de tu brillante primer post no veo el momento de leer el siguiente. Lo dicho: de lo que sea. A la espera de la próxima entrega, tu ferviente seguidora desde el minuto cero. Un besito!
    Nuria

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